Nuestro punto de partida fue el santuario de Puiggraciós, situado junto a L'Ametlla pero perteneciente a Figaró. Se trata de una pequeña iglesia del s. XVIII, con una comunidad de monjas benedictinas, situada en el contrafuerte oriental del espacio natural de los Cingles.
Tras dejar el coche en este punto, empieza nuestro recorrido. La pista es de tierra compactada hasta llegar al Coll de la Tripeta, a partir del cual encontramos un tramo más pedregoso al avanzar paralelamente a los mismos Cingles, junto a unas hermosas vistas. Siguiendo el camino, y tras algún terreno más propicio, seguimos la marca del sendero y avanzamos por un repecho de escalones de piedra hasta llegar finalmente al Clascar.
Se trata de una antigua edificación (las primeras referencias datan del año 987) muy retocada, convertida en un pastiche de estilos arquitectónicos, y que actualmente se encuentra en estado de ruina. En sus cercanías realizamos un descanso y aprovechamos para comer y reponer fuerzas. A continuación nos esperaba una parte suave del camino, siguiendo las marcas habituales hasta llegar junto a la masía de Cal Magre, donde se encuentra la iglesia románica de Sant Pere de Bertí (el punto más alejado de la ruta).
Desde allí regresamos a nuestro punto de partido a buen ritmo. Al llegar a las inmediaciones del Clascar, es posible coger un camino alternativo más suave que el que nos llevó inicialmente a él, y que desemboca en el tramo situado en proximidades de los Cingles.
Al regresar al Santuario, nos encontramos con un festival con danzas típicas, chocolate y cocas y un mago para los niños.
La distancia recorrida es de 12.5 km, y aunque el nivel indicado es fácil, hay tramos pedregosos en los que hay que ir con precaución.
